viernes, 17 de agosto de 2012

El Japonés que se comió a una Holandesa en Paris y quedó libre de delitos



El japonés Issei Sagawa mantuvo en secreto durante mucho tiempo una fantasía que, según sus propias palabras, tuvo su origen luego de una pesadilla. Deseaba comerse a una mujer, pero no a una cualquiera. En sus sueños diurnos se imaginaba devorando el cuerpo robusto de una mujer blanca. Pasaron años durante los cuales el deseo de Sagawa fue incubándose, creciendo y transformándose en una bomba de tiempo. Hasta que por fin, viviendo fuera de su país, se permitió liberarlo.

Estudiando literatura en la Sorbona de París, Sagawa conoció a una estudiante holandesa que activó en él su antigua obsesión. Renée Hartevelt era una joven amable que encajaba en el estereotipo de mujer occidental europea, de descendencia germana, que él prefería. Su altura, combinada con su piel blanca, casi transparente, la convertían en un tótem viviente al cual Sagawa podría rendirle culto. No fue complicado hacerse amigo: ella era muy simpática, abierta y tampoco conocía muchas personas en París. Él era un muy buen conversador y tenía conocimientos enciclopédicos de casi cualquier tema relacionado con el arte. Además, parecía una persona sensible. En realidad lo era, pero de un modo muy particular.

El 11 de junio de 1981, después de compartir juntos varias salidas, Renée aceptó ir a cenar al departamento de Issei. Luego de comer, se sentaron a tomar té a la manera oriental, en el suelo, sobre una mesa baja. Sagawa le pidió que leyera un poema en alemán. Minutos antes ella lo había rechazado, aclarándole que sólo podían ser amigos. Renée, todavía nerviosa por la insospechada declaración de amor de Sagawa, comenzó a leer fijando la vista en el libro. Ni siquiera llegó a la mitad, Sagawa le había disparado desde atrás con un rifle calibre 22.

 
Con el inerte cuerpo a sus pies, el asesino comprendió que su fantasía caníbal sería concretada de una vez por todas. Víctima de su inexperiencia y de la emoción, Sagawa no tenía idea de cómo empezar. Primero mordió un muslo, pero se dio cuenta de que la carne humana es demasiado dura para ser arrancada a mordiscos. Valiéndose de un cuchillo eléctrico logró cortar algunos trozos y luego de masticarlos descubrió que no tenían casi olor ni sabor; a pesar de todo, le parecieron deliciosos. El macabro banquete duró dos días, durante los cuales también se ocupó de la nada fácil tarea de desmembrar el cadáver en partes pequeñas para que pudieran entrar en la heladera. Condimentó todo utilizando pimienta y mostaza, a excepción de algunos pedazos que comió crudos, a la manera del sushi.

Finalmente se deshizo de los restos que no podía guardar, metiéndolos en una valija y dejándolos una noche en un parque. Una pareja que paseaba por el lugar tuvo la desagradable experiencia de encontrarse con la valija y ver una mano que sobresalía de la misma. Cuando la policía rastreó los movimientos de la estudiante holandesa, fue sencillo llegar hasta el departamento de Sagawa, que confesó de inmediato.

Examinado por tres psiquiatras, Sagawa fue declarado insano y trasladado a un asilo, el Paul Guiraud, donde más tarde relató su experiencia: "Estar allí fue un infierno, estaban todos locos", dijo. El proceso de extradición a Japón fue largo y complejo, pero gracias a la ayuda de su padre (un empresario importante) fue trasladado al hospital Matsuzawa de Tokio.

El mundo entero acusaba el impacto del caso, y hasta The Rolling Stones compusieron un tema inspirado en el crimen, "Too much blood". Sagawa permaneció 15 meses en el hospital, hasta que los médicos decretaron que no era peligroso y ya estaba curado. De esta manera, la persona que había asesinado y se había comido a una joven de 22 años recuperaba la libertad en 1985. Habían pasado sólo cinco años del crimen.


Superstar

La fama de Sagawa ya había comenzado a crecer cuando estaba encerrado. El prestigioso dramaturgo Kara había iniciado con él una relación epistolar que luego publicó en un libro. Las cartas de Sagawa fueron un éxito de ventas en Japón. Ese suceso editorial dio la certeza de que el público japonés estaba muy interesado en el autoproclamado "padrino del canibalismo". Por la misma época, Sagawa también escribió sus memorias -tituladas En la niebla-, donde dedica más de cuarenta páginas a relatar los aspectos culinarios que se sucedieron al asesinato de Renée Hartevelt.

Cuando quedó libre, Sagawa tuvo una atención masiva de la prensa, se presentó en numerosos programas televisivos y habló no sólo la experiencia que lo hizo famoso, sino de casi cualquier tema que le propusieron.

Existía una extraña y morbosa complicidad entre el caníbal y la gente
, muy criticada fuera de Japón. Se tenía la sensación de que el asesinato se había transformado en una anécdota divertida, casi una broma de mal gusto que al público le gustaba escuchar. De hecho, Sagawa jamás se refirió a su crimen mostrándose conmovido ni arrepentido. Muchas personas suelen percibir en su gélida manera de hablar el sesudo análisis de quien intenta develar los significados ocultos en una obra de arte.

La utilización de Sagawa por parte de los medios japoneses continúa hasta el día de hoy
. Se le ha ofrecido desde ser actor en una película erótica (The Bedroom, 1992) hasta escribir reseñas de restaurantes para una conocida revista de su país. Actualmente Sagawa se dedica, además de sus visitas a los estudios de televisión, a pintar y exponer sus obras. En la mayoría de ellas se observan mujeres blancas desnudas, de cuerpos voluptuosos. Dicen que busca la perfección, esmerándose en cada pincelada, y que al terminar cada cuadro, lo contempla en silencio durante horas.

Y aquí dejo una sección de los pasajes del terror, del programa "La Rosa de los Vientos":