viernes, 29 de marzo de 2013

La Cenicienta

De este cuento ha habido diversas versiones donde se dice que su origen viene de Egipto, o de Asia en el cual en vez de un zapato se trataba de una pulsera de oro colocada en el pie, pero yo os voy ha contar la versión china, donde aparecen más similitudes:

El cuento nos habla de una bella jovencita llamada Yeh Shen, hermosa por tener unos pies diminutos, ya que es durante esta dinastía cuando comienza la tradición de los “pies de loto”, la belleza en una mujer se medía por el tamaño del pie, y un pie hermoso no podía medir más de diez centímetros, por lo que desde niñas, se vendaban los pies de las mujeres, rompiendo los dedos, para que se ajustasen al bello zapato.

Durante la dinastía Táng un hombre podía casarse con varias mujeres, aquí la madrastra malvada es la segunda esposa del padre. La primera esposa muere, y es cuando aprovecha la segunda esposa para torturar a la pobre niña favoreciendo a sus hijas.

Un día, mientras trabaja, Yeh Shen encuentra en un estanque un hermoso pez parlante de oro y de ojos grandes que se convierte en su mejor amigo y compañero. El pez es la reencarnación de la madre de la muchacha.

La madrastra al ver que ese pez era su único amigo, decidió maniobrar un método eficaz para eliminar al animal, por lo que se disfraza con las ropas de su hijastra, se acerca al estanque y cuando el pez, confiado, asoma la cabeza, lo mata, lo descuartiza y después lo sirve para comer en la casa ante la mirada llorosa de Yeh Shen.

Más tarde, una anciana sabia le dice a la pobre muchacha que si pide un deseo ante las espinas del pez le será concedido por los espíritus, así que Yeh Shen esconde los restos de su amigo en sitio donde no puedan encontrarlo ni sus hermanastras ni su madrastra.

Llega el día en el que en la aldea se celebra un baile en el que los jóvenes buscan a alguien con quien formar pareja. Yeh Shen quiere ir, pero la madrastra se lo niega ya que es conciente de que Yeh Shen es mucho más bella que sus hijas y la encierra para que no vaya al baile.

Cuando Yeh Shen se queda sola, saca las espinas y pide ayuda a los espíritus, y entonces sus sucias ropas se transforman en un vestido azul celeste y en una capa hecha de plumas y le aportan a sus pies unos zapatos de oro macizo.

Al llegar a la fiesta, Yeh Shen causa una gran impresión, tanto, que la madrastra y su hija se acercan a ella para ver quién es, y la reconocen. Al darse cuenta, la hermosa muchacha sale corriendo y pierde uno de sus zapatos. Al llegar a casa, el vestido y la capa desaparecen, y las espinas del pez dejan de tener magia, el único recuerdo del baile es un zapato de oro.

El zapato que se le calló en la fiesta, es encontrado por un mercader, y éste se lo vende a un rey, quien, fascinado, decide encontrar a su reina, y hace un llamamiento para que todas las mujeres del reino se prueben el zapato de oro.

Buscando, buscando, llegan a la casa de Yeh Shen. La madrastra corta los dedos de una de sus hijas y venda fuertemente el pie para que quepa, la mentira dura poco, ya que camino de palacio el pie empieza a sangrar. Devuelven a la chica, y esta vez la madrastra corta el talón de su segunda hija, pero el resultado es el mismo.

Una noche, Yeh Shen se cuela en el palacio y recupera su prenda, pero los guardias la cogen. Cuando la muchacha se pone los dos zapatos y el rey ve que encajan a la perfección se enamora de ella y se casan. Y la madrastra y las hermanastras son condenadas a muerte, las tiran a un pozo y mueren apedreadas.

La historia de los hermanos Grimm es muy parecida, con una madrastra que mutila los pies de sus hijas. Pero en lugar de pececito mágico, quien ayuda a la niña es un pájaro que se posa en el árbol que había crecido sobre la tumba de su madre, y allí lo descubre Cenicienta cuando va a llorar y a contarle sus penas a la madre muerta. Aquí os la dejo:

Un hombre rico tenía a su mujer muy enferma, y cuando vio que se acercaba su fin, llamó a su hija única y le dijo:

-Querida hija, sé piadosa y buena, Dios te protegerá desde el cielo y yo no me apartaré de tu lado y te bendeciré.

Poco después cerró los ojos y espiró. La niña iba todos los días a llorar al sepulcro de su madre y continuó siendo siempre piadosa y buena. Llegó el invierno y la nieve cubrió el sepulcro con su blanco manto, llegó la primavera y el sol doró las flores del campo y el padre de la niña se casó de nuevo.

La esposa trajo dos niñas que tenían un rostro muy hermoso, pero un corazón muy duro y cruel; entonces comenzaron muy malos tiempos para la pobre huérfana.

-No queremos que esté ese pedazo de ganso sentada a nuestro lado, que gane el pan que coma, váyase a la cocina con la criada.

Le quitaron sus vestidos buenos, le pusieron una basquiña remendada y vieja y le dieron unos zuecos.

-¡Qué sucia está la orgullosa princesa! -decían riéndose, y la mandaron ir a la cocina: tenía que trabajar allí desde por la mañana hasta la noche, levantarse temprano, traer agua, encender lumbre, coser y lavar; sus hermanas le hacían además todo el daño posible, se burlaban de ella y le vertían la comida en la lumbre, de manera que tenía que bajarse a recogerla. Por la noche, cuando estaba cansada de tanto trabajar, no podía acostarse, pues no tenía cama, y la pasaba recostada al lado del fuego, y como siempre estaba llena de polvo y ceniza, le llamaban la Cenicienta.

Sucedió que su padre fue en una ocasión a una feria y preguntó a sus hijastras lo que querían que les trajese.

-Un bonito vestido -dijo la una.

-Una buena sortija, -añadió la segunda.

-Y tú, Cenicienta, ¿qué quieres? -le dijo.

-Padre, tráeme la primera rama que encuentres en el camino.

Compró a sus dos hijastras hermosos vestidos y sortijas adornadas de perlas y piedras preciosas, y a su regreso, al pasar por un bosque cubierto de verdor, tropezó con su sombrero en una rama de zarza, y la cortó. Cuando volvió a su casa dio a sus hijastras lo que le habían pedido y la rama a la Cenicienta, la cual se lo agradeció; corrió al sepulcro de su madre, plantó la rama en él y lloró tanto que, regada por sus lágrimas, no tardó la rama en crecer y convertirse en un hermoso árbol. La Cenicienta iba tres veces todos los días a ver el árbol, lloraba y oraba y siempre iba a descansar en él un pajarillo, y cuando sentía algún deseo, en el acto le concedía el pajarillo lo que deseaba.

Celebró por entonces el rey unas grandes fiestas, que debían durar tres días, e invitó a ellas a todas las jóvenes del país para que su hijo eligiera la que más le agradase por esposa. Cuando supieron las dos hermanastras que debían asistir a aquellas fiestas, llamaron a la Cenicienta y la dijeron.

-Péinanos, límpianos los zapatos y ponles bien las hebillas, pues vamos a una boda al palacio del Rey.

La Cenicienta las escuchó llorando, pues las hubiera acompañado con mucho gusto al baile, y suplicó a su madrastra que se lo permitiese.

-Cenicienta -le dijo-: estás llena de polvo y ceniza y ¿quieres ir a una boda? ¿No tienes vestidos ni zapatos y quieres bailar?

Pero como insistiese en sus súplicas, le dijo por último:

-Se ha caído un plato de lentejas en la ceniza, si las recoges antes de dos horas, vendrás con nosotras:

-La joven salió al jardín por la puerta trasera y dijo:

-Tiernas palomas, amables tórtolas, pájaros del cielo, vengan todos y ayúdenme a recoger.

Las buenas en el puchero,
las malas en el caldero.


Entraron por la ventana de la cocina dos palomas blancas, y después dos tórtolas y por último comenzaron a revolotear alrededor del hogar todos los pájaros del cielo, que acabaron por bajarse a la ceniza, y las palomas picoteaban con sus piquitos diciendo pi, pi, y los restantes pájaros comenzaron también a decir pi, pi, y pusieron todos los granos buenos en el plato. Aun no había trascurrido una hora, y ya estaba todo concluido y se marcharon volando. Llevó entonces la niña llena de alegría el plato a su madrastra, creyendo que le permitiría ir a la boda, pero ésta le dijo:

-No, Cenicienta, no tienes vestido y no sabes bailar, se reirían de nosotras.

Mas viendo que lloraba, añadió:

-Si puedes recoger de entre la ceniza dos platos llenos de lentejas en una hora, irás con nosotras.

Creyendo en su interior que no podría hacerlo, vertió los dos platos de lentejas en la ceniza y se marchó, pero la joven salió entonces al jardín por la puerta trasera y volvió a decir:

-Tiernas palomas, amables tórtolas, pájaros del cielo, vengan todos y ayúdenme a recoger.

Las buenas en el puchero,
las malas en el caldero.

Entraron por la ventana de la cocina dos palomas blancas, después dos tórtolas, y por último comenzaron a revolotear alredor del hogar todos los pájaros del cielo que acabaron por bajarse a la ceniza y las palomas picoteaban con sus piquitos diciendo pi, pi, y los demás pájaros comenzaron a decir también pi, pi, y pusieron todas las lentejas buenas en el plato, y aun no había trascurrido media hora, cuando ya estaba todo concluido y se marcharon volando. Llevó la niña llena de alegría el plato a su madrastra, creyendo que le permitiría ir a la boda, pero ésta le dijo:

-Todo es inútil, no puedes venir, porque no tienes vestido y no sabes bailar; se reirían de nosotras.

Le volvió entonces la espalda y se marchó con sus orgullosas hijas.

En cuanto quedó sola en casa, fue la Cenicienta al sepulcro de su madre, debajo del árbol, y comenzó a decir:

Arbolito pequeño,
dame un vestido;
que sea, de oro y plata,
muy bien tejido.

El pájaro le dio entonces un vestido de oro y plata y unos zapatos bordados de plata y seda; en seguida se puso el vestido y se marchó a la boda; sus hermanas y madrastra no la conocieron, creyendo que sería alguna princesa extranjera, pues les pareció muy hermosa con su vestido de oro, y ni aun se acordaban de la Cenicienta, creyendo que estaría mondando lentejas sentada en el hogar. Salió a su encuentro el hijo del Rey, la tomó de la mano y bailó con ella, no permitiéndole bailar con nadie, pues no la soltó de la mano, y si se acercaba algún otro a invitarla, le decía:

-Es mi pareja.

Bailó hasta el amanecer y entonces decidió marcharse; el príncipe le dijo:

-Iré contigo y te acompañaré -pues deseaba saber quién era aquella joven, pero ella se despidió y saltó al palomar.

Entonces aguardó el hijo del Rey a que fuera su padre y le dijo que la doncella extranjera había saltado al palomar. El anciano creyó que debía ser la Cenicienta; trajeron una piqueta y un martillo para derribar el palomar, pero no había nadie dentro, y cuando llegaron a la casa de la Cenicienta, la encontraron sentada en el hogar con sus sucios vestidos y un turbio candil ardía en la chimenea, pues la Cenicienta había entrado y salido muy ligera en el palomar y corrido hacia el sepulcro de su madre, donde se quitó los hermosos vestidos que se llevó el pájaro y después se fue a sentar con su basquiña gris a la cocina.

Al día siguiente, cuando llegó la hora en que iba a principiar la fiesta y se marcharon sus padres y hermanas, corrió la Cenicienta junto al arbolito y dijo:

Arbolito pequeño,
dame un vestido;
que sea, de oro y plata,
muy bien tejido. 
 

Entonces el pájaro le dio un vestido mucho más hermoso que el del día anterior y cuando se presentó en la boda con aquel traje, dejó a todos admirados de su extraordinaria belleza; el príncipe que la estaba aguardando le cogió la mano y bailó toda la noche con ella; cuando iba algún otro a invitarla, decía:

-Es mi pareja.

Al amanecer manifestó deseos de marcharse, pero el hijo del Rey la siguió para ver la casa en que entraba, más de pronto se metió en el jardín de detrás de la casa. Había en él un hermoso árbol muy grande, del cuál colgaban hermosas peras; la Cenicienta trepó hasta sus ramas y el príncipe no pudo saber por dónde había ido, pero aguardó hasta que vino su padre y le dijo:

-La doncella extranjera se me ha escapado; me parece que ha saltado el peral. El padre creyó que debía ser la Cenicienta; mandó traer una hacha y derribó el árbol, pero no había nadie en él, y cuando llegaron a la casa, estaba la Cenicienta sentada en el hogar, como la noche anterior, pues había saltado por el otro lado el árbol y fue corriendo al sepulcro de su madre, donde dejó al pájaro sus hermosos vestidos y tomó su basquiña gris.

Al día siguiente, cuando se marcharon sus padres y hermanas, fue también la Cenicienta al sepulcro de su madre y dijo al arbolito:

Arbolito pequeño,
dame un vestido;
que sea, de oro y plata,
muy bien tejido.

Entonces el pájaro le dio un vestido que era mucho más hermoso y magnífico que ninguno de los anteriores, y los zapatos eran todos de oro, y cuando se presentó en la boda con aquel vestido, nadie tenía palabras para expresar su asombro. El príncipe bailó toda la noche con ella y cuando se acercaba alguno a invitarla, le decía:

-Es mi pareja.

Al amanecer se empeñó en marcharse la Cenicienta, y el príncipe en acompañarla, mas se escapó con tal ligereza que no pudo seguirla, pero el hijo del Rey había mandado untar toda la escalera de pega y se quedó pegado en ella el zapato izquierdo de la joven; lo levantó el príncipe y vio que era muy pequeño, bonito y todo de oro. Al día siguiente fue a ver al padre de la Cenicienta y le dijo:

-He decidido que sea mi esposa a la que venga bien este zapato de oro.

Alegráronse mucho las dos hermanas porque tenían los pies muy bonitos; la mayor entró con el zapato en su cuarto para probárselo, su madre estaba a su lado, pero no se lo podía meter, porque sus dedos eran demasiado largos y el zapato muy pequeño. Al verlo le dijo su madre, alargándole un cuchillo:

-Córtate los dedos, pues cuando seas reina no irás nunca a pie.

La joven se cortó los dedos; metió el zapato en el pie, ocultó su dolor y salió a reunirse con el hijo del rey, que la subió a su caballo como si fuera su novia, y se marchó con ella, pero tenía que pasar por el lado del sepulcro de la primera mujer de su padrastro, en cuyo árbol había dos palomas, que comenzaron a decir.

No sigas más adelante,
detente a ver un instante,
que el zapato es muy pequeño
y esa novia no es su dueño.

Se detuvo, le miró los pies y vio correr la sangre; volvió su caballo, condujo a su casa a la novia fingida y dijo que no era la que había pedido, que se probase el zapato la otra hermana. Entró ésta en su cuarto y se le metió bien por delante, pero el talón era demasiado grueso; entonces su madre le alargó un cuchillo y le dijo:

-Córtate un pedazo del talón, pues cuando seas reina, no irás nunca a pie.

La joven se cortó un pedazo de talón, metió un pie en el zapato, y ocultando el dolor, salió a ver al hijo del rey, que la subió en su caballo como si fuera su novia y se marchó con ella; cuando pasaron delante del árbol había dos palomas que comenzaron a decir:

No sigas más adelante,
detente a ver un instante,
que el zapato es muy pequeño
y esa novia no es su dueño.

Se detuvo, le miró los pies, y vio correr la sangre, volvió su caballo y condujo a su casa a la novia fingida:

-Tampoco es esta la que busco -dijo-. ¿Tienen otra hija?

-No -contestó el marido- de mi primera mujer tuve una pobre chica, a la que llamamos la Cenicienta, porque está siempre en la cocina, pero esa no puede ser la novia que buscas.

El hijo del rey insistió en verla, pero la madre le replicó:

-No, no, está demasiado sucia para atreverme a enseñarla.

Se empeñó sin embargo en que saliera y hubo que llamar a la Cenicienta. Se lavó primero la cara y las manos, y salió después a presencia del príncipe que le alargó el zapato de oro; se sentó en su banco, sacó de su pie el pesado zueco y se puso el zapato que le venía perfectamente, y cuando se levantó y le vio el príncipe la cara, reconoció a la hermosa doncella que había bailado con él, y dijo:

-Esta es mi verdadera novia.

La madrastra y las dos hermanas se pusieron pálidas de ira, pero él subió a la Cenicienta en su caballo y se marchó con ella, y cuando pasaban por delante del árbol, dijeron las dos palomas blancas.

Sigue, príncipe, sigue adelante
sin parar un solo instante,
pues ya encontraste el dueño
del zapatito pequeño.

Después de decir esto, echaron a volar y se pusieron en los hombros de la Cenicienta, una en el derecho y otra en el izquierdo.

Cuando se verificó la boda, fueron las falsas hermanas a acompañarla y tomar parte en su felicidad, y al dirigirse los novios a la iglesia, iba la mayor a la derecha y la menor a la izquierda, y las palomas que llevaba la Cenicienta en sus hombros picaron a la mayor en el ojo derecho y a la menor en el izquierdo, de modo que picaron a cada una un ojo; a su regreso se puso la mayor a la izquierda y la menor a la derecha, y las palomas picaron a cada una en el otro ojo, quedando ciegas toda su vida por su falsedad y envidia.

FIN


La historia de La Cenicienta adquiere popularidad global luego de que Charles Perrault trascribiese su leyenda oral en 1697. La publicó bajo el título Cenicienta, o el pequeño zapato de cristal.

El hada madrina y la calabaza son invenciones de  Perrault. En la corte francesa se llevaban más los cuentos de hadas y los finales felices. En la versión alemana la madrastra y las hermanastras son condenadas a muerte, pero en la francesa las perdonan.

Pero el cuento del escritor francés Charles Perrault fue mal traducido, por lo que zapato nunca fue de cristal sino de cuero, ya que parecer, hay dos palabras similares en francés que dieron origen a esta confusión: "vaire" (cuero) y "verre" (vidrio o cristal).

En la mitología popular el personaje de Cenicienta simboliza la recompensa por su humildad, el ascenso en la escala social basado en el amor. Como cuento arquetípico, también representa la bondad, la sinceridad y la generosidad, en contra de los personajes de la madrastra y las hermanastras, que encarnan el orgullo y el egoísmo y así terminan ellas…