martes, 28 de agosto de 2012

La casa de los espejos

En el casco antiguo de Cádiz, por zona costera de la Alameda y frente al monumento del Marqués de Comillas, se encuentra una elegante casa de tres pisos y abundantes ventanas con una arquitectura de época antigua.

Cuenta la leyenda que en aquella casa vivía un importante almirante, junto a su esposa y su hija. El almirante, que adoraba y consentía a su hija más de la cuenta, le traía un nuevo espejo cada vez que volvía de uno de sus viajes a tierras americanas.

Con el paso de los años la casa fue repletándose de espejos en los cuales la hermosa chica podía mirarse una y otra vez satisfaciéndose con aquella belleza de la cual su padre presumía ante sus amigos y compañeros.

Mientras su madre, sumida en las espesas sombras del olvido, sufría cada vez más celos hacia su propia hija.

A medida que el tiempo pasaba, las discusiones y peleas entre madre e hija cada vez eran más frecuentes en los periodos en que el almirante se ausentaba. La relación madre-hija iba cada vez a peor, y ese sentimiento de odio, acabó por llevarla a cometer un crimen.

En uno de aquellos viajes de su esposo, la mujer del almirante aprovechó para poner veneno en una bebida y así acabar de una vez y para siempre con aquella hija a la cual terminó viendo como una rival a la que debía liquidar para recuperar el amor que le había sido robado…

Cuando el padre de la joven regresó, se deshizo en llanto al saber que su amada hija había muerto. Según la esposa una terrible enfermedad fue la causa de la muerte.

No obstante, mientras el padre lloraba desconsoladamente en la habitación de su hija, en uno de los espejos, apareció como en un mensaje enviado desde el más allá, la escena de lo que realmente sucedió aquel día, y pudo ver como su esposa ponía matarratas en la comida, lo cual deterioró a su hija hasta que finalmente murió tras una larga agonía…

Atónito y lleno de ira ante la amarga verdad, el almirante obligó a su esposa a confesar el crimen y se encargó de hacer que fuese condenada a pasar el resto de sus días tras la soledad de las rejas en alguna mugrienta prisión.

Sin embargo y pese a haberse hecho justicia, el viejo marinero nunca más pudo vivir en aquella enorme casa en que cada espejo le recordaba a su hija perdida. Por eso se marchó lejos sin importar las consecuencias, dejando tras de sí una casa que permanecería abandonada durante décadas.


Durante ese tiempo la historia de la casa de los empezó a hacerse más conocida y algunos grupos de jóvenes aprovechaban la noche para entrar en ella a escondidas y demostrar su valentía o investigar si era cierto que allí aún residía el alma en pena de la chica asesinada.

Las personas que se adentraban en el viejo caserón aseguraban que en la planta superior de la vivienda se podían escuchar llantos y lamentos de niña y si alguien era tan imprudente como para mirar uno de los espejos fijamente durante un largo tiempo, aparecería la niña muerta reflejada, asomando lentamente su cara con una expresión de desbordante ira.

Actualmente la casa ha sido restaurada, sus paredes se han pintado de verde y en su entrada se ha colgado un cartel que dice: “Alameda Apodaca S.L. Venta de Viviendas de Lujo”.